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Este es un cuento que hice en hace un año, fue mi primer obra [se le puede llamar así] y personalmente me parece que no quedó mal, no sé, la mandamos a un concurso como idea original de mi amigo y le fue como el forro, pero luego la tome yo, y con unos arreglos de mi autoría quedó como verán. Así conseguiré que mi blog abarque todos los campos que son de mi interés, no sólo anime. A decir verdad mis gustos son muuuy variados, la gente que me conoce bien lo sabe.
También se puede leer en Googledocs haciendo click en este Link
Si más preámbulo, les dejo este cuento:
Nuestro Campamento de Verano
Lo recuerdo como si hubiese ocurrido ayer…
Lo que se suponía sería el mejor recuerdo de las vacaciones con cuatro amigos, y se transformó en mi peor pesadilla hasta el día de hoy.
Con todo listo nos encaminamos Félix, Pablo, Alejandro, Damián y yo hacia las montañas para acampar durante lo que serían tres fantásticos días de diversión y buenos recuerdos en nuestro penúltimo año de secundaria, pero nada sospechábamos de lo que pasaría más adelante.
En cuanto llegamos a destino, el lugar reveló su aspecto de gran bosque sombrío que hacía parecer que, de un momento a otro, cobraría vida. Y ahí en frente, un pequeño claro al centro de la arboleda, perfecto para colocar nuestras carpas y una pequeña fogata.
Notábamos el río que corría estruendoso a un costado de nosotros, pero era casi invisible por la espesura que nos rodeaba en todas direcciones... Así solos en ese paraje, totalmente aislados, creímos sería mejor para lo que queríamos conseguir.
Luego de armar las carpas y comer hasta hartarnos, Félix, quien era el más impulsivo de los cinco, propuso ir a bañarse a una posa que había encontrado río arriba.
Todos asentimos entusiasmados por la idea, y ya lo seguíamos cuando Pablo nos gritó que miráramos hacia el río. Y al dar vuelta la cabeza vimos algo que nos dejó perplejos. Era un cuerpo ensangrentado que se acercaba a la orilla, flotando boca abajo. Todos nosotros, muy asustados corrimos al campamento para avisar a alguien con nuestros celulares, pero llegamos tarde. Nuestras cosas no estaban y sólo quedaban dos carpas de las cinco, todo estaba desparramado como si hubiese pasado un tornado y se hubiese ensañado con nuestras cosas en el claro del bosque.
Decidimos, sin embargo, permanecer en el lugar pues estaba oscureciendo muy rápidamente y si bajábamos en ese momento sería más peligroso, además si había sucedido cualquier cosa río arriba no había forma que nos afectara a nosotros, pensamos, pero ese fue un gran error…
Tuvimos que separarnos en las carpas que quedaban, Damián, Pablo y yo ocupamos una carpa; Alejandro y Félix se quedaron en la otra, pues era más chica que la de nosotros. En la carpa en que estaba yo se respiraba el temor a cada segundo, y seguíamos dándole vueltas a la imagen que vimos en el río, el cuerpo inanimado flotando como un maniquí ensangrentado, cuando de improviso escuchamos a Félix decir que va a alejarse un poco para hacer sus necesidades. Luego de eso nosotros tratamos de dormir un poco, para reponer fuerzas pero pasado un rato nos despertó Alejandro, que muy preocupado entró a la carpa, prendió su linterna y nos dijo que Félix llevaba una hora sin regresar a la carpa.
Ahora estaba tan oscuro, que ni siquiera veíamos nuestras manos, y solo un vago resplandor de los ojos de cada uno al salir de la carpa, pero aún así enviamos a Pablo y a Damián a buscar a nuestro desaparecido amigo, en ese momento y junto con Alejandro, los perdimos de vista en la oscuridad total.
Nosotros ya habíamos prendido una fogata para cuando regresó Damián corriendo y gritando despavorido que Félix estaba muerto y a Pablo lo había atrapado un animal gigantesco. Creímos que era una broma, no habría sido raro en él, pero cuando vimos su figura a la luz de la fogata, nos dimos cuenta que tenía su pecho y brazos cubiertos de sangre, y el rostro desencajado, que hacía imaginarnos que fue lo que presenció.
Alejandro muy asustado buscó las demás linternas, pero sólo encontró una más, y viéndonos en esta situación dijo que mejor bajáramos ahora de la montaña, pues si nos quedábamos más tiempo seguro moriríamos también. Los tres asentimos con la cabeza y nos encaminamos sigilosos dentro de lo que cabía a nuestra desesperación, siguiendo el curso del río hacia abajo, guiados por Alejandro que de vez en cuando se paraba a comprobar que no hubiera peligro cerca.
Era ya muy entrada la noche y seguíamos caminando en silencio cuando escuchamos débilmente algo arrastrándose unos arbustos atrás nuestro, y al ir a ver, encontramos a Pablo llorando, espantado y tocándose la zona donde debía estar su brazo, y ahora se veía a la luz de la luna, un muñón ensangrentado y palpitante. Pablo no podía articular palabra pero casi aullaba de dolor cuando lo tratamos de levantar, hasta que, por fin, cayó inconsciente, entonces Damián y yo lo cargamos a cuestas, mientras Alejandro llevaba las cosas y nos guiaba.
Así llegó el amanecer, y continuamos vagando, siempre siguiendo al río para llegar a algún poblado o cualquier persona que nos ayudara, pero no contábamos con que comenzó a llover a cántaros, y luego se sumó una tormenta eléctrica.
Esa maldita tormenta de verano fue lo que selló nuestro destino, porque el sendero, si antes barroso, ahora era intransitable. Nos caímos innumerables veces con Pablo a cuestas, pero continuamos hasta que un rayo cayó en un árbol cercano y al cerrar mis ojos por la luz enceguecedora escuché un rugido que me erizó todos los pelos, ahí estaba, frente a Alejandro y un poco más delante de mí; era un monstruo del tamaño de un león, pero de color negro, de aspecto fuerte y grotesco, con unas garras enormes y tremendos colmillos amarillos, pero nada de eso se comparaba con la ferocidad de su mirada, unos enormes ojos fríos y rojos que paralizaban a quien se cruzara, lo que él quería solo podía ser una cosa: Sangre.
Entonces me despreocupé de todo lo demás, y corrí como nunca en mi vida lo había hecho, pero aún así alcancé a ver como el monstruo descuartizaba el cuerpo de Pablo, y Alejandro que trataba de oponérsele, también caía despedazado, víctima de la gran fuerza que tenía el horripilante engendro que nos atacaba, pero no sin antes enterrarle su cuchillo de caza en el lomo, con lo que el engendro soltó un aullido que era como mil agujas que se clavaban en mis oídos y en mi mente haciéndome perder toda capacidad de razonamiento por un momento.
Fue entonces cuando vi la salvación frente a mí, un árbol alto al que me subí y esperé…
Esperé empapado de lágrimas y lluvia, pensando en lo que había visto y desesperado por haber presenciado de esa forma el fin de mis amigos, no lo podía creer, eso no podía existir en realidad, no así, no en este lugar. En ese instante y esperando despertar rápidamente de esa terrible pesadilla, escuché un ruido en otro árbol cercano y al mirar vi a Damián que estaba también alterado pero no tanto como yo.
El me dijo que había visto un pequeño pueblo desde ese árbol y que nos apresuráramos en ir antes que la bestia llegara de nuevo, por otra presa. Yo no entendía su tranquilidad tras lo ocurrido, más bien me daba escalofríos, pero tenía la impresión de que si iba con él no me pasaría nada.
Así que bajé del árbol, y noté que Damián sangraba de su espalda, y le costaba caminar, más correr. Le pregunté que le había pasado y solo me respondió que no había tiempo para explicar nada, que me preocupara por salir del bosque y nada más. Así con nuestras últimas fuerzas llegamos a los lindes del bosque y con alivio vi a lo lejos el pueblo indicado por mi amigo. Pero fue ahí cuando volví a escuchar el rugido y un alarido atrás mío, entonces al dar vuelta la cabeza veo la bestia, arrastrando un cuerpo ensangrentado hacia dentro del bosque, me lanzó una mirada de furia, como si fuera a ir tras de mí, pero antes de siquiera pensarlo, yo ya estaba corriendo a todo lo que me daban las piernas para llegar al pueblo cuando tropecé con una raíz que salía de la tierra y me arrastré por metros en el barro pedregoso tras la fuerte caída.
Es lo último que recuerdo del bosque y del día de la tragedia, pues después desperté en mi casa, completamente confundido y deseando con todo mi ser que eso nunca hubiese ocurrido, que hubiese sido una pesadilla y nada más, pero no lo fue.
Luego de aceptar la situación y con la mente un poco más serena le pregunté a mi madre que ocurrió después de mi caída y la posterior inconsciencia, ella sólo me respondió que encontraron los cuerpos de mis tres amigos en el bosque, todos desmembrados y que es una suerte que yo estuviera bien, luego de estar inconsciente durante cuatro días, y teniendo en cuenta el trauma por lo ocurrido.
Pero había algo que no me cuadraba, mi madre mencionó sólo tres cuerpos, entonces faltaba uno, así que volví a preguntar y recibí una respuesta que me dejó atónito, los cuerpos que estaban eran de mis tres amigos, Félix, Pablo y Alejandro, que nos habíamos puesto de acuerdo para ir a acampar hacía una semana.
Al preguntar por Damián, mi madre sólo me miró extrañada, como si estuviese loco y me pasó la foto que, recuerdo muy bien, nos habíamos tomado todos juntos al llegar al claro del bosque, en la que al verla, aparecíamos Félix, Pablo, Alejandro, yo… y entre unos matorrales al fondo, se podía divisar un destello de la mirada de unos ojos rojos, enormes y fríos que me paralizaron incluso mirando a través de una fotografía…
Con todo listo nos encaminamos Félix, Pablo, Alejandro, Damián y yo hacia las montañas para acampar durante lo que serían tres fantásticos días de diversión y buenos recuerdos en nuestro penúltimo año de secundaria, pero nada sospechábamos de lo que pasaría más adelante.
En cuanto llegamos a destino, el lugar reveló su aspecto de gran bosque sombrío que hacía parecer que, de un momento a otro, cobraría vida. Y ahí en frente, un pequeño claro al centro de la arboleda, perfecto para colocar nuestras carpas y una pequeña fogata.
Notábamos el río que corría estruendoso a un costado de nosotros, pero era casi invisible por la espesura que nos rodeaba en todas direcciones... Así solos en ese paraje, totalmente aislados, creímos sería mejor para lo que queríamos conseguir.
Luego de armar las carpas y comer hasta hartarnos, Félix, quien era el más impulsivo de los cinco, propuso ir a bañarse a una posa que había encontrado río arriba.
Todos asentimos entusiasmados por la idea, y ya lo seguíamos cuando Pablo nos gritó que miráramos hacia el río. Y al dar vuelta la cabeza vimos algo que nos dejó perplejos. Era un cuerpo ensangrentado que se acercaba a la orilla, flotando boca abajo. Todos nosotros, muy asustados corrimos al campamento para avisar a alguien con nuestros celulares, pero llegamos tarde. Nuestras cosas no estaban y sólo quedaban dos carpas de las cinco, todo estaba desparramado como si hubiese pasado un tornado y se hubiese ensañado con nuestras cosas en el claro del bosque.
Decidimos, sin embargo, permanecer en el lugar pues estaba oscureciendo muy rápidamente y si bajábamos en ese momento sería más peligroso, además si había sucedido cualquier cosa río arriba no había forma que nos afectara a nosotros, pensamos, pero ese fue un gran error…
Tuvimos que separarnos en las carpas que quedaban, Damián, Pablo y yo ocupamos una carpa; Alejandro y Félix se quedaron en la otra, pues era más chica que la de nosotros. En la carpa en que estaba yo se respiraba el temor a cada segundo, y seguíamos dándole vueltas a la imagen que vimos en el río, el cuerpo inanimado flotando como un maniquí ensangrentado, cuando de improviso escuchamos a Félix decir que va a alejarse un poco para hacer sus necesidades. Luego de eso nosotros tratamos de dormir un poco, para reponer fuerzas pero pasado un rato nos despertó Alejandro, que muy preocupado entró a la carpa, prendió su linterna y nos dijo que Félix llevaba una hora sin regresar a la carpa.
Ahora estaba tan oscuro, que ni siquiera veíamos nuestras manos, y solo un vago resplandor de los ojos de cada uno al salir de la carpa, pero aún así enviamos a Pablo y a Damián a buscar a nuestro desaparecido amigo, en ese momento y junto con Alejandro, los perdimos de vista en la oscuridad total.
Nosotros ya habíamos prendido una fogata para cuando regresó Damián corriendo y gritando despavorido que Félix estaba muerto y a Pablo lo había atrapado un animal gigantesco. Creímos que era una broma, no habría sido raro en él, pero cuando vimos su figura a la luz de la fogata, nos dimos cuenta que tenía su pecho y brazos cubiertos de sangre, y el rostro desencajado, que hacía imaginarnos que fue lo que presenció.
Alejandro muy asustado buscó las demás linternas, pero sólo encontró una más, y viéndonos en esta situación dijo que mejor bajáramos ahora de la montaña, pues si nos quedábamos más tiempo seguro moriríamos también. Los tres asentimos con la cabeza y nos encaminamos sigilosos dentro de lo que cabía a nuestra desesperación, siguiendo el curso del río hacia abajo, guiados por Alejandro que de vez en cuando se paraba a comprobar que no hubiera peligro cerca.
Era ya muy entrada la noche y seguíamos caminando en silencio cuando escuchamos débilmente algo arrastrándose unos arbustos atrás nuestro, y al ir a ver, encontramos a Pablo llorando, espantado y tocándose la zona donde debía estar su brazo, y ahora se veía a la luz de la luna, un muñón ensangrentado y palpitante. Pablo no podía articular palabra pero casi aullaba de dolor cuando lo tratamos de levantar, hasta que, por fin, cayó inconsciente, entonces Damián y yo lo cargamos a cuestas, mientras Alejandro llevaba las cosas y nos guiaba.
Así llegó el amanecer, y continuamos vagando, siempre siguiendo al río para llegar a algún poblado o cualquier persona que nos ayudara, pero no contábamos con que comenzó a llover a cántaros, y luego se sumó una tormenta eléctrica.
Esa maldita tormenta de verano fue lo que selló nuestro destino, porque el sendero, si antes barroso, ahora era intransitable. Nos caímos innumerables veces con Pablo a cuestas, pero continuamos hasta que un rayo cayó en un árbol cercano y al cerrar mis ojos por la luz enceguecedora escuché un rugido que me erizó todos los pelos, ahí estaba, frente a Alejandro y un poco más delante de mí; era un monstruo del tamaño de un león, pero de color negro, de aspecto fuerte y grotesco, con unas garras enormes y tremendos colmillos amarillos, pero nada de eso se comparaba con la ferocidad de su mirada, unos enormes ojos fríos y rojos que paralizaban a quien se cruzara, lo que él quería solo podía ser una cosa: Sangre.
Entonces me despreocupé de todo lo demás, y corrí como nunca en mi vida lo había hecho, pero aún así alcancé a ver como el monstruo descuartizaba el cuerpo de Pablo, y Alejandro que trataba de oponérsele, también caía despedazado, víctima de la gran fuerza que tenía el horripilante engendro que nos atacaba, pero no sin antes enterrarle su cuchillo de caza en el lomo, con lo que el engendro soltó un aullido que era como mil agujas que se clavaban en mis oídos y en mi mente haciéndome perder toda capacidad de razonamiento por un momento.
Fue entonces cuando vi la salvación frente a mí, un árbol alto al que me subí y esperé…
Esperé empapado de lágrimas y lluvia, pensando en lo que había visto y desesperado por haber presenciado de esa forma el fin de mis amigos, no lo podía creer, eso no podía existir en realidad, no así, no en este lugar. En ese instante y esperando despertar rápidamente de esa terrible pesadilla, escuché un ruido en otro árbol cercano y al mirar vi a Damián que estaba también alterado pero no tanto como yo.
El me dijo que había visto un pequeño pueblo desde ese árbol y que nos apresuráramos en ir antes que la bestia llegara de nuevo, por otra presa. Yo no entendía su tranquilidad tras lo ocurrido, más bien me daba escalofríos, pero tenía la impresión de que si iba con él no me pasaría nada.
Así que bajé del árbol, y noté que Damián sangraba de su espalda, y le costaba caminar, más correr. Le pregunté que le había pasado y solo me respondió que no había tiempo para explicar nada, que me preocupara por salir del bosque y nada más. Así con nuestras últimas fuerzas llegamos a los lindes del bosque y con alivio vi a lo lejos el pueblo indicado por mi amigo. Pero fue ahí cuando volví a escuchar el rugido y un alarido atrás mío, entonces al dar vuelta la cabeza veo la bestia, arrastrando un cuerpo ensangrentado hacia dentro del bosque, me lanzó una mirada de furia, como si fuera a ir tras de mí, pero antes de siquiera pensarlo, yo ya estaba corriendo a todo lo que me daban las piernas para llegar al pueblo cuando tropecé con una raíz que salía de la tierra y me arrastré por metros en el barro pedregoso tras la fuerte caída.
Es lo último que recuerdo del bosque y del día de la tragedia, pues después desperté en mi casa, completamente confundido y deseando con todo mi ser que eso nunca hubiese ocurrido, que hubiese sido una pesadilla y nada más, pero no lo fue.
Luego de aceptar la situación y con la mente un poco más serena le pregunté a mi madre que ocurrió después de mi caída y la posterior inconsciencia, ella sólo me respondió que encontraron los cuerpos de mis tres amigos en el bosque, todos desmembrados y que es una suerte que yo estuviera bien, luego de estar inconsciente durante cuatro días, y teniendo en cuenta el trauma por lo ocurrido.
Pero había algo que no me cuadraba, mi madre mencionó sólo tres cuerpos, entonces faltaba uno, así que volví a preguntar y recibí una respuesta que me dejó atónito, los cuerpos que estaban eran de mis tres amigos, Félix, Pablo y Alejandro, que nos habíamos puesto de acuerdo para ir a acampar hacía una semana.
Al preguntar por Damián, mi madre sólo me miró extrañada, como si estuviese loco y me pasó la foto que, recuerdo muy bien, nos habíamos tomado todos juntos al llegar al claro del bosque, en la que al verla, aparecíamos Félix, Pablo, Alejandro, yo… y entre unos matorrales al fondo, se podía divisar un destello de la mirada de unos ojos rojos, enormes y fríos que me paralizaron incluso mirando a través de una fotografía…
~FIN~
Autor: Dante Luxinger
[Basado en Idea Original de Jorge León]
Agradecer a mi amigo, si no fuera por él no habría escrito esto en un principio.
